Otra vez tenemos que hablar de quienes hace rato son grandes protagonistas del fútbol argentino. Usted dirá: Me estas hablando de los jugadores me imagino? NO. Bueno, de los Técnicos? Tampoco. De los árbitros o los dirigentes? Negativo.
Los barras bravas vuelven a ocupar la tapa de todos los diarios, y minutos en los principales programas de radio y televisión de nuestro país. Como ocurrió hace un tiempo con la hinchada de River, los de San Lorenzo agrediendo a Botinelli, o hace algunas semanas con Di Zeo y Martin.
El lunez por la tarde, debió suspenderse el partido entre Estudiantes y Banfield, porque la hinchada del pincha arrojó dos bombas de estruendos cerca de la humanidad del arquero Christian Luccheti.
La primera sensación, ya repetida por enésima vez, fue impotencia. Hasta que vi a Juan Sebastián Verón enfrentarlos, a todos los plateistas repudiándolos y al árbitro del partido que no le tembló el pulso para tomar una decisión. Si, me estoy refiriendo a Fernando Echenique. Que sin importarle si el partido iba televisado o que, dijo todos al vestuario, cuando solo iban 15 minutos del encuentro.
“Nosotros sabemos que hay aca” les recriminaba Gastón Fernández, palabras que se sumarían a las posterior declaraciones de Verón manifestando que “ésto esta todo arreglado”.
Las preguntas sin respuestas son muchas: ¿Quién permitió el ingreso de la pirotecnia? ¿Cómo la ingresaron? ¿A caso la misma policía es cómplice de estos delincuentes? Si, delincuentes dije, porque otra palabra no me cabe.
Escucho a dirigentes del fútbol decir “No vamos a bajar los brazos”. Muchachos, los brazos ya están bajos hace rato.
Si los policías son cómplices y los dirigentes en su mayoría los apañan, la salida podría ser alguna medida del estado: Pero claro, son los mismos que los contratan para organizar la seguridad de distintos actos políticos, los que los llevaron al mundial de Sudáfrica con Hinchadas Unidas Argentinas, los que les pagan numerosas cifras para que en sus tribunas aparezca la bandera de tal o cual partido político y demás.
Entonces nadie se anima a decir nada y esto es una bola de nieve en plena avalancha. Vos hablás de mi y yo cuento aquella vez que tal cosa; vos no me dejás entrar a la cancha y yo salgo hablar del día que llamaste para pedirme tal favor; vos me das tantas entradas porque sino cuento el día que me contrataste para tal acto.
La solución, a primera vista, sería el derecho de admisión para todos aquellos que presentan antecedentes con hechos violentos. Pero claro, esto debe tener la colaboración y la buena voluntad de la Justicia; que no cuenta, en este momento, con una base de datos suficiente como para identificar a tantos barras.
El panorama no es oscuro, sino que es totalmente negro… Las soluciones, por el momento no se ven. Esto por ahora no tiene solución. Y una vez más, NOS VOLVIÓ A TAPAR EL AGUA…